¿Qué tal te encuentras, alma bella? El día de hoy te quería compartir una historia un poco más personal de lo que suelo compartir, que estoy segura que te encantará: el verdadero origen de mi nombre Luaxana. No necesitamos ningún preámbulo el día de hoy, así que ¡aquí vamos!.
Nos situamos a los 6 meses de embarazo de mis padres, 1996, Buenos Aires, Argentina. Época pre-internet. Mis padres dándole vuelta al tema de mi nombre, y la verdad es que ninguno de los 2 tenía una idea muy clara. Ningún nombre les cerraba del todo, ni a mi madre ni a mi padre.
Durante este período disfrutaban mucho ver juntos la serie de Star Trek ‘The Next Generation’. Que, por cierto, si no la has visto, ¡te la super recomiendo! En mi opinión es una de las mejores series de ciencia ficción. Te atrapa desde primer momento y no puedes parar. Es ver un capítulo que automáticamente pones el siguiente también.
En un momento dado de la serie, se introduce un nuevo personaje: una mujer de origen, especie o raza ‘betazoide’.
Los betazoides son conocidos por sus habilidades telepáticas y super intuitivas. Este nuevo personaje, madre de Deanna Troi (la asesora del Enterprise, nave de la serie) se llamaba Lwaxana Troi. Si bien su nombre tiene una W, se pronuncia como Luaxana.
Lwaxana es divertida, muy romántica y también coqueta, hasta un poco loca en el buen sentido. Me gusta decir que es imposible no enamorarse de ella. Es simplemente encantadora.
Mi madre en el momento en el que escuchó este nombre… ¡alucinó! Y a mi padre, cuando mi madre se lo contó, alucinó también. Simplemente cerró todo. No hubo lugar a dudas. Ese era el nombre.
Lo primero que pensó mi madre fue “¡wow! Es la mezcla de Luna (Luna en Portugués, se dice Lua – y mi madre había estado en Brasil y le había encantado) y Roxana». Así que dijo: “Luaxana, y le decimos Lua»… Ninguno de los 2 dudó.
También me cuentan mis padres que en un momento hubo una sugerencia también de, en lugar de Lua utilizar «Loa», pero descartaron la idea casi que inmediatamente porque Loa perdía la conexión con la Luna (Lua).
A mi padre le gustó mucho Luaxana también por el personaje en sí de Lwaxana Troi. Los betazoides son lectores de mentes, psíquicos y aristocráticos… y es muy curioso que justamente Luaxana, Lua -o sea la Luna-, es justamente a nivel simbólico desde la antigüedad, la ‘madre’. Desde hace miles de años en todas las culturas antiguas el Sol siempre ha representado el padre y la Luna la madre. Y, la Luna al ser la madre es la emoción, la psiquis, lo mental… ¡tal como los betazoides!
Otro detalle digo de mencionar que sumó mucho a que cuadre la idea general del nombre, es que tanto mi padre como mi madre tienen nombre con X. Mi mamá Roxana, y mi papa Maximiliano.
Ahora íbamos a ser los 3 con una X en el nombre… (Y ni siquiera hubo la posibilidad de pensar en un segundo nombre, era Luaxana y punto).
Bueno… hasta aquí, el nombre cerró. ¿Siguiente paso? Pues una vez que el bebé que nace, hay que ir al registro civil a registrarle.
Así que mis Almas Bellas, nos situamos ahora en un registro civil en plena Ciudad de Buenos Aires, Enero de 1997.
Mis padres fueron super seguros a anotarme en plan de… “¡Hola! ¿Qué tal? Venimos a anotar a esta niñita… Luaxana Delvalle…» – a lo que la señora del registro civil se les quedó mirando completamente atónita.
La señora, entonces, les dice «No, no… ¡Olvidaros!… Ese nombre no existe. Tomen este libro».
Acto seguido, les entregó un libro gigante y ancho, y les dijo que tenían que seleccionar un nombre de entre todos los que figuraban en ESE libro en especial.
Mis padres se miraron así como… “¿Qué onda?”. Y es que, imaginaros que fueron súper seguros a anotarme, muy contentos e ilusionados con el nombre que me querían poner… y de la nada la idea se les cayó por completo con un libro enorme y viejo, en el que obviamente, ese nombre no estaba. La situación fue muy extraña porque el mensaje era prácticamente “elegid un nombre de estos AHORA”, como quitándole importancia a algo que, para mis padres, era claramente muy importante, que era ponerme ese nombre que tanto les había gustado.
La señora del registro civil se puso a explicarle a mis padres que no podían anotarme con ese nombre porque simplemente no existía en el padrón, a lo que mis padres le respondieron «Le estamos poniendo ese nombre porque nosotros somos sus padres y es el nombre que elegimos para ella, y no es un nombre ofensivo para su psicología ni nada por el estilo tampoco…».
Pero, aún así, la mujer del registro civil simplemente no aflojaba. Ella insistía en que las normas eran esas, y que no se podía hacer nada.
Entonces mi madre le dijo: “A ver, ALGO se tiene que poder hacer si es que estas son las normas. Por favor dime QUÉ TENGO QUE HACER»…
– «Bueeeeno… tendrían que escribir una carta al dueño o director del registro civil, explicando por qué quieren ponerle ese nombre, y con pruebas contundentes que demuestren que ese nombre puede ser incluido en el registro nacional de nombres de Argentina».
– «¡Perfecto! ¿A dónde tengo que escribir?» – le contestó mi madre.
A este punto de la historia no puedo evitar comentaros que me hace mucha gracia y me da mucha ternura la verdad. Obviamente vosotros no lo sabéis, pero yo, conociendo a mis padres, sé que los 2 tienen un nivel de convicción TREMENDO, así que imaginarme a los 2 súper convencidos de que me iban a poner ese nombre cueste lo que les cueste me saca una sonrisa de oreja a oreja.
Me cuentan mis padres, que en realidad también, aparte del significado del nombre, ‘la cosa’ era ir en contra del sistema. Ir en contra de una ley que no tiene mucho sentido y que seguramente sería resaca de la época militar que se había vivido hacía algunas décadas en Argentina. ¿Y es que… qué sentido tiene ponerle una frontera a los nombres que un país pueda utilizar para sus habitantes, siempre y cuando no sea ofensivo? No estamos hablando de nombres como Elba Gallo, Susana Torio o Armando Estaban Quito… era un nombre que mis padres habían considerado bonito.
A todo esto, la señora del registro civil, luego de darles la información para escribir la carta, también le dijo a mis padres que igualmente tendrían que elegir un nombre provisorio para ponerme. Este nombre provisorio tendrían que elegirlo de ese libro horrible… hasta que le digan que sí o que no al nombre que mis padres solicitarían inscribir. O sea, que si la respuesta era NO, iba a quedarme ese nombre.
Entonces mis padres se apartan de la cola con el libro y empezaron a buscar el nombre más parecido a Luaxana.
Y… sí, obviamente, se imaginarán cual fue el más «cercano»…Luana. Spoiler: me llamé provisoriamente Luana, por unos largos 8-9 meses aproximadamente.
Bueno, de momento mis padres se fueron contentos del registro civil con los datos del director del mismo, pero sin tener la más remota idea de por dónde comenzar a mover las fichas.
Lo único que se les ocurrió a mis padres fue consultar a un abogado, porque lo que les había dicho claro la mujer del registro civil es que había que demostrar «un asentamiento» de que el nombre podía ser aceptado socialmente para incluirse en el padrón Argentino. Así que pensaron consultar con un abogado para ver qué se podía hacer, porque al fin y al cabo era una cuestión netamente legal.
Cuenta mi mamá por cierto que no se acuerda ni cómo encontraron al abogado (ni mi papá tampoco) pero que estaba muy cerca de donde vivían ellos. La idea era simplemente consultarle para pedirle ayuda y ver cómo redactar la carta para lograr el objetivo de incluir el nombre en el padrón.
El abogado le dijo: «Si el registro civil está poniendo un ‘pero’ al hecho de incluir un nuevo nombre es porque está queriendo guardar la raíz cultural del origen de sus nombres. Entonces, lo que tú tienes que probar es que Luaxana es un nombre TAN ORIGINAL como cualquiera de los otros nombres Argentinos».
– «Pero los nombres Argentinos son todos mayoritariamente Españoles e Italianos…» – le dijo mi madre.
– «Exactamente, por ahí tendrías que ir explanándote… Fijate también porque los nombres que terminan en ‘Ana’ son en verdad combinaciones de nombres, así que lo que tendrías que hacer es una investigación con respecto a eso».
Y, con esta información, mis padres tendrían que hacer una buena investigación. Pero recordemos que en ese momento el tema de los ordenadores estaba aún un poco complicado en Argentina. Así que no quedó más opción que acudir a la biblioteca del congreso de la nación Argentina.
La idea era entonces buscar algo que probara que ‘Lua’ tenía un origen Latino (del Latín) – ya que el Español y el Francés vienen del Latín.
Lo único que recuerda mi madre que encontró en un libro que tuviera que ver con Lua, fue Luassa – o Luasse. 2 Formas de decir lo mismo. Resulta ser que era un río de África, Angola, de una zona tomada por Francia.
– «¡Listooo!» – dijeron mis padres – «Probado que viene del Francés porque el nombre de río fue puesto por Franceses» – Se terminaron yendo de la biblioteca sólo con esos 2 nombres: Luassa y Luasse.
Lo siguiente era probar que el nombre «Luassa» era algo que realmente hacía peso a nuestra familia.
Entonces a mi madre se le ocurrió decir que ese nombre ya había existido en nuestra familia, así que sería repetir el nombre de un familiar, como si fuera una especie de homenaje.
Pensó mi madre que como su bisabuela era Española y habían encontrado que Luassa era Francés, que entonces podrían decir que su bisabuela nació entre la frontera de España y Francia, y entonces por esa razón era el motivo de utilizar un nombre medio Francés como «Luassa».
¡Pero claro! Entonces tendrían que aportar los datos de nacimiento de mi tatarabuela… y ahi fue cuando la cosa parecía que se complicaba más de lo estimado.
Mis padres tuvieron que calcular año a año los nacimientos de cada generación de la familia de mi madre… Y cuando más o menos sabían la fecha de nacimiento, tuvieron que buscar un lugar en la frontera de entre España y Francia en donde los registros de nacimientos estén destruidos.
Me cuentan mis padres que honestamente ni se acuerdan ya cómo fueron a dar con un registro que justo tenía sus documentos quemados, y lo que hicieron entonces fue solicitar pruebas de que justamente estos documentos habían sido destruidos.
Luego de unas semanas, llegó el momento de redactar la tan esperada carta.
La carta que escribieron tenía al parecer ‘3 partes’.
La primera parte: Hacía referencia a lo “familiar” y el homenaje que estaría haciendo mi madre Roxana a su bisabuela.
La segunda parte: Era el origen geográfico del nombre. Es decir, la zona de África tomada por los Franceses.
La tercera parte: La interpretación “mística” del nombre. Aquí entraba la historia del homenaje a la bisabuela de mi madre, siendo Lua = Luna en Portugués, y… Ana, que significa literalmente “llena de gracia, llena de vida”. Entonces la interpretación que mis padres le dieron era una Luna en su máximo esplendor, viniendo a ser esta misma la Luna Llena.
Luaxana significó entonces Luz de Luna Llena.
Porque si brilla mucho no puede ser ni Luna Nueva, Menguante, ni Creciente… tiene que ser una Luna Llena.
Las dos primeras partes de la carta (lo familiar y lo geográfico), hacen referencia al tema legal de los nombres permitidos, y la tercera parte hace referencia al significado más como místico del nombre para reforzar y terminar de cerrar la idea.
La ley del registro civil estaba hecha para evitar lo nuevo, y lo que mis padres hicieron entonces fue apelar a lo viejo. Incluyeron lo nuevo mediante la utilización de argumentos viejos o tradicionales.
Y así es, mis Almas Bellas, como unos 6 meses después de enviar la carta… mis padres reciben un día por correo la confirmación final, y pudieron cambiarme éxitosamente mi nombre provisorio de Luana a Luaxana.
Ese es el origen de mi nombre extraterrestre (es decir, que procede fuera del planeta tierra).
Espero que os haya encantado la historia, tanto como a mí.
Siempre con amor,